
En algunos de los artículos anteriores ha quedado citado lo importantes que son los factores como la motivación en el deporte. Hasta ahora, no hemos tenido tan en cuenta los factores desmotivadores. En este artículo vamos a abordar una de las cuestiones, probablemente más desmotivadoras, la Derrota. Pues, asumir perder un partido o un torneo no es agradable ni fácil en la mayoría de las ocasiones.
Hay una tendencia en gran cantidad de personas en intentar conseguir sensación de seguridad mediante el control, y por lo tanto, hay un empeño en intentar (o creer que podemos) predecir, pronosticar o influir en el futuro, como si fuéramos el único sujeto agente del devenir (¡y no es así!).Eso hace que a menudo, haya quien se crea unas expectativas, de manera más o menos consciente.
Cuando hay expectativa, de alguna manera, entramos en conflicto interno y el foco de atención se dirige a conseguir una meta o un objetivo. Está ya sobradamente demostrado por múltiples investigaciones aplicadas a diversos ámbitos que la motivación dirigida a la meta o resultado (también llamada motivación extrínseca) tiene menor intensidad, poder y consistencia que la motivación dirigida a la tarea (o motivación intrínseca).
Tradicionalmente muchos/as entrenadores/as, con la mejor intención, han tratado de motivar a sus jugadores/as estableciendo objetivos y metas a lo largo de la temporada, en campeonatos, ciclos olímpicos… Los/as mejores intencionados/as incluso proponen una recompensa como premio a conseguir la meta.
Esto, desgraciadamente, tiene un efecto perverso (como ocurre muy frecuentemente con la psyche humana), de manera que se crea mayor tensión y presión. Pues, al deseo ya intrínseco de conseguir la victoria por propia motivación y amor propio, se añade el querer conseguir el objetivo marcado, el premio; además de contentar y corresponder al/a la buen/a entrenador/a.Una carga que, de nuevo, si asumimos como agentes únicos es descomunal e irrealista, pues un partido no depende solamente un/a jugador/a, depende de muchísimo más.
Remitiéndonos al artículo publicado anteriormente, Visualización, ¿a dónde va a parar la atención, pues? Me atrevo a decir que al logro de la meta y evitar el fracaso, con sus pertinentes consecuencias. Resulta entonces que la atención no está puesta en uno/a mismo/a, el balón, la canasta, los/as compañeros/as de equipo, los/as rivales del otro equipo… La atención y por tanto, las capacidades están puestas en juzgar la ejecución que hago y que hacen los demás, tantear las probabilidades de conseguir el objetivo, lo que supondrá conseguir o no el objetivo... ¡NO WAY!
Ahí el/la jugador/a, se pierde, sale del baloncesto para estar en otra especie de dimensión, con lo que no puede mantener su presencia y su ejecución al 100% de su rendimiento. Cada jugador/a es fundamental para el equipo en cada partido, no obstante, nadie es determinante.
En el Baloncesto, como en todo deporte de competición, hay una actitud de triunfo y necesidad de ganar que ya va con las personas que se dedican a ello de manera natural, digamos que, por naturaleza, las personas competitivas son las que se dedican a la competición.
Quienes no, hacen deporte fuera de competición o se dedican a otras aficiones. Entonces… cuando añadimos mayor peso, presión y/o carga motivando hacia el resultado, lo más posible es que: la derrota se de con mayor probabilidad, y que la Derrota sea más difícilmente asumible.
La Derrota, ya hemos dicho que no es agradable para nadie. Hay quien puede darle mayor o menor importancia dependiendo de la historia de cada cual y sus características de personalidad; ahora bien, en principio, la preferencia es ganar a perder.No olvidaré a uno de mis maestros en el Máster de psicología del deporte cuando dijo algo tan evidente y que tan fácilmente olvidamos como que ganador/a sólo hay uno/a y la victoria solo se consigue después de muchas derrotas entonces, en realidad, lo más habitual es perder.
¿Se puede aceptar la Derrota?
Nótese que la pregunta emplea como verbo “aceptar”, y no está elegida al azar. Es más que interesante que quede clara la diferencia entre aceptación y resignación ante la Derrota. Aunque a nivel semántico el matiz es casi imperceptible, a nivel emocional supone una gran diferencia:
La Resignación tiene una connotación de falta de agencialidad total (tras haberse sentido totalmente responsable durante el partido, por ejemplo). Por lo tanto, deja en la persona un sabor de boca que bien podría asemejarse a la frustración y la impotencia (si no llega más profundo en el auto-concepto).
La Aceptación, en cambio, está relacionada con la honestidad y el cariño hacia uno/a mismo/a (también extensible al equipo como unidad), además de darse la oportunidad de, por un lado, reconocer los propios límites conectando con la realidad y la humildad; y por otro lado, el permitirse una actitud abierta y de nuevo humilde con disposición al aprendizaje a través de la experiencia. Pues, sobre todo en las primeras fases del desarrollo deportivo, en los niveles más bajos, el éxito consiste en tener experiencia en la cancha y seguir aprendiendo partido a partido hasta llegar a los niveles de competición más altos. Cada posible acto que se puede juzgar como “fallo”, se puede utilizar como represalia y juicio o dirigirlo hacia algo que estimule el espíritu de superación (que por cierto, es innato al ser humano, igual que su capacidad de resiliencia).
Entonces, ¿qué hacer ante la Derrota?
En primer lugar y antes del partido, ya dijimos que se trata de no formar expectativas, vaticinios, fantasías, esperanzas, objetivos ni similares; la consigna es concentrarse en disfrutar de cada momento del partido confiando la ejecución que tanto ha procurado el/la entrenador/a en cada entreno.
En segundo lugar, una vez se produce la Derrota, dar un espacio y lugar a lo ocurrido, no desde la sanción o la réplica sino desde la consciencia de lo que ha funcionado y lo que no en el partido tanto a nivel de equipo como a nivel de individuo, dando voz a cada cual que lo necesite y a partir de la valoración de la realidad. Todo eso para llegar a no sólo a QUÉ ocurrió, sino también a CÓMO ocurrió. Centrarnos en el CÓMO nos da muchas más pistas para mejorar que en el QUÉ. De nuevo, sin juicio, reproches ni cargas, veamos si la ejecución fue espléndida pero simplemente el rival jugó con mayor calidad. En caso contrario, si la ejecución no fue todo lo espléndida que en entrenamientos sí se da, veamos cómo ocurrió: tal vez nos distrajimos, tal vez estábamos cansados/as, tal vez necesitamos mayor práctica en pases/tiros/defensa/jugadas…
Humildemente, asumiendo cada cual su parte de responsabilidad y con ánimo de equipo unido, aceptemos si estuvimos mejorables o simplemente, no pudo ser de otra manera, tomemos nota y permitamos que algo nuevo ocurre en un próximo encuentro.
Nuria Yolanda Psicóloga Deportiva
