
Introducción y contextualización
El deporte es movimiento, indudablemente motor, físico y bioquímico, aunque no olvidemos que también emocional. Es posible que en la rutina del día no nos demos cuenta del todo de la cantidad de emociones que se producen antes, durante y después de un encuentro deportivo. Ahora bien, si ponemos atención, mucho sucede en nuestro interior.
Concretando en el deporte del baloncesto, hay que reconocer que se trata de un deporte caracterizado por ser muy rápido, con muchas posibilidades de cambios en el marcador, con un estricto y determinado reglamento, diez personas en la cancha, unos banquillos, unos equipos técnicos, un equipo arbitral, y un público con posibles hinchadas más o menos radicales, familias de jugadores/as…
Esto es todo un campo energético compuesto por una cantidad considerable de personas, de humanos con sus características y sus propios movimientos internos que necesariamente interactúan entre sí. Así, no es de extrañar que diferentes detonantes produzcan respuestas emocionales. Para mí, es precisamente esto lo que hace que el deporte, como muchas de las artes escénicas, sean algo que va mucho más allá de lo espectacular o la superación, es el gran poder de producir intensidad emocional a modo de activación.
Ahora bien, tanta emoción sin control… ¿Cómo actúa?. En realidad, daría para una larga disertación o una tesis poder contemplar con detalle tal cuestión con respecto a todas las emociones, formas de expresión y consideraciones. En el presente artículo, nos limitamos, modestamente a centrarnos en el autocontrol de las reacciones descontroladas producidas por situaciones de competición por parte de algunos/as jugadores/as.
Para empezar, contextualizar que un partido, es por definición una situación de competición en la que habitualmente se gana o se pierde (siendo también posible el empate), con TODO lo que ello implica tanto a nivel de equipo como para cada individuo.
Posibilidades de Gestión
A) A NIVEL DE EQUIPO
A menudo, el/la entrenadora pretende hacerse responsable de las consecuencias y las reactividades de sus jugadores/as como persona y como equipo. Complicada tarea y ante la que es importante recordar lo que a menudo trato de hacer presente en estos artículos: el deporte es más que técnica, táctica y estrategia, es HUMANIDAD, en el sentido de que son personas quienes lo practicas y a quienes les suceden movimientos internos con ello. De ahí que como base, el/la entrenador/a deba acogerse a profundizar en la idiosincrasia que determina a cada jugador/a más susceptibes de descontrolarse, así cono en la idiosincrasia que se da en el equipo como grupo.
Considerando que no hay recetas mágicas ni reglas en lo que respecta a las ciencias humanas y sociales, vamos a intentar esquematizar el proceso a seguir a nivel de equipo. Seguidamente, daremos algunas pistas que puedan abrir camino en aquellas conductas particulares de algunos/as jugadores/as que parece que se dan con cierta frecuencia.
A nivel de equipo y como norma general, merece la pena introducir de manera transversal un entrenamiento en gestión emocional. Para empezar, aunque pueda parecer que se pierde el tiempo al no dedicarlo a acondicionamiento físico, técnica o táctica, es importante no desestimar los momentos de tensión que se puedan dar en los entrenamientos por mínimos que parezca.
Se trata pues de permitir que los/as jugadores/as exploren y expresen lo que les ocurre en según que situaciones, facilitándoles tomar conciencia de ello, así como descubrir la/s manera/s más adaptativas de gestionarlo. Es necesario apuntar aquí que la formación de entrenadores/as no incluye este tipo de registro, por lo que dependerá en gran medida de: o bien la voluntad y el trabajo personal del/ de la entrenador/a; o bien del apoyo que un profesional de este ramo más psicológico y emocional pueda darle.
En situaciones de partido, no está de más recordar ante cada encuentro las técnicas de manejo y gestión de tales emociones, insistiendo en el respeto a los árbitros, contrincantes y equipo. Dando lugar, SIEMPRE tras el partido a un lugar de compartir lo ocurrido, permitiendo la expresión de aquello que no se pudo durante el partido y validándolo.
B) A NIVEL INDIVIDUAL
A continuación ejemplificamos algunos de los casos más observados con algunas consideraciones a tener en cuenta que espero sean de utilidad. No sin indicar que no es posible avanzar todo el proceso que se deberá seguir, sólo cuál es el inicio del camino.
– Jugador/a que tiene dificultad para aceptar las reglas (y por lo tanto las decisiones arbitrales).
Puede ayudar comprender que seguramente es una persona con algún conflicto con la autoridad, con lo que puede ser de utilidad incidir en lo ocurrido con las figuras de autoridad para esta persona y ayudarle a que no extrapole esa concepción al terreno de juego y competición. Habitualmente se relaciona con poca confianza en la autoridad y sentimiento de desprotección con el que es importante que la persona se sienta comprendida por alguien.
– Jugador/a que se mantiene en la queja antes lo establecido.
Es posible que le sirva de apoyo y alivio, destensando lo que le ocurre el darle un espacio en el que profundizar en lo que tanto le molesta. Pues cuando algo nos molesta de manera aparentemente exagerada, suele ser porque nos está llegando a una parte no consciente que no hemos resuelto. Normalmente se suele relacionar con algún sentimiento de injusticia y de poca valoración, por lo que hay mucho en lo que poder entrar valorizando al jugador/a por sí mismo/a más que por lo conseguido.
– Jugador/a con facilidad para reaccionar de maneras poco aceptables o deportivas
Lo más importante es detectar si puede ser que se siente atacado o amenazado de alguna manera. Lo que puede aportar es permitirle que tome conciencia de lo que le ocurre, y como seguramente viene de algo que no está directamente relacionado ni producido por el juego del baloncesto en sí. La idea es la de acompañar y empatizar con ello, así, seguramente inicie un cambio de actitud que se verá manifiesto en su conducta.
Nuria Yolanda Psicóloga Deportiva
